martes, 29 de diciembre de 2009
martes, 22 de diciembre de 2009

Los manuscritos de la tetera
Ilustraciones de Robert Ingpen
Texto de Michael Lawrence
Traducción de Remedios Diéguez Diéguez
Barcelona: Blume, 2001
Distribuye en EE.UU.: Independent Publishers Group
Robert Ingpen (ganador en 1986 de la medalla Hans Christian Andersen que concede IBBY y recordado por su brillante trabajo para la Enciclopedia de las cosas que nunca existieron)para ver.

Hasta (casi) cien bichos
Daniel Nesquens
Ilustraciones de Elisa Arguilé
Madrid: Anaya, 2001
Ballena : "De este cetáceo se aprovecha todo: su grasa, sus carne, sus tripas, sus huesos, su sangre, sus finas barbas, la misma b de ballena para escribir otras palabras que comiencen por esta letra (baldosa, barriga, baturro, butano y muchas más".

Mis cuentos de caballos
Ivette Vian Altarriba
Ilustraciones de Estela
La Habana: Gente Nueva, 2009
Caballo. No tiene alas. No tiene un cuerno en la frente. Ni la mitad delantera de su cuerpo tiene forma de hombre. No emerge de las aguas junto al dios Neptuno. Los caballos no son clarividentes ni adivinos. La velocidad de sus patas no alcanza la del viento ni la de la luz. Sus herraduras no traen buena suerte. Todo eso es incierto, son habladurías, leyendas. Pero el que posea un caballo de verdad. ¡que lo cuide como un tesoro divino!
El secreto del oso hormiguero
Kafka y la muñeca viajera

CAPITULO 2 DE "KAFKA Y LA MUÑECA VIAJERA", EDITADO POR SIRUELA EN LA COLECCIÓN "LAS TRES EDADES", EN FEBRERO DE 2006.
Franz Kafka se detuvo delante de la niña.
—Hola.
La niña dejó de gritar, pero no de llorar. Levantó la cabeza y se encontró con él. En su desesperada crispación ni siquiera le había visto acercarse. Los ojos eran dos lagos desbordados, y los ríos que fluían de ellos formaban torrentes libres que resbalaban por las mejillas hasta el vacío abierto bajo la barbilla.
Hizo dos, tres sonoros pucheros antes de responder:
—Hola.
—¿Qué te sucede?
No lo miró con miedo. Pura inocencia. Cuando la vida florece todo son ventanas y puertas abiertas. En sus ojos más bien había dolor, pena, tristeza, una soterrada emoción que la llevaba a tener la sensibilidad a flor de piel.
—¿Te has perdido? —preguntó Franz Kafka ante su silencio.
—Yo no.
Le sonó extraño. “Yo no". En lugar decir "No" decía "Yo no".
—¿Dónde vives?
La niña señaló de forma imprecisa hacia su izquierda, en dirección a las casas recortadas por entre las copas de los árboles. Eso alivió al atribulado rescatador de niñas llorosas, porque dejaba claro que no estaba perdida.
—¿Te ha hecho daño alguien? —sabía que no había nadie cerca, pero era una pregunta obligada, y más en aquellos segundos decisivos en los que se estaba ganando su confianza.
Ella negó con la cabeza.
"Yo no".
Estaba claro que quien se había perdido era su hermano pequeño.
¿Cómo permitía una madre responsable, por vigilante o atenta que estuviese, dejar que sus hijos jugaran solos en el parque, aunque fuese uno tan apacible y hermoso como el Steglitz?
¿Y si él fuese un monstruo, un asesino de niñas?
—Así pues, no te has perdido —quiso dejarlo claro.
—Yo no, ya se lo he dicho —suspiró la pequeña.
—¿Quién entonces?
—Mi muñeca.
Las lágrimas, detenidas momentáneamente, reaparecieron en los ojos de su dueña. Recordar a su muñeca volvió a sumirla en la más profunda de las amarguras. Franz Kafka intentó evitar que diera aquel paso atrás.
—¿Tu muñeca? —repitió estúpidamente.
—Sí.
Muñeca o no, hermano o no, eran las lágrimas más sinceras y dolorosas que jamás hubiese visto. Lágrimas de una angustia suprema y una tristeza insondable.
¿Qué podía hacer ahora?
No tenía ni idea.
¿Irse? Estaba atrapado por el invisible círculo de la traumatizada protagonista de la escena. Pero quedarse... ¿Para qué?
No sabía cómo hablarle a una niña.
Y más a una niña que lloraba porque acababa de perder a su muñeca.
—¿Dónde la has visto por última vez?
—En aquel banco.
—¿Tú qué has hecho?
—Jugaba allí —le señaló una zona en la que había niños jugando.
—¿Y has estado allí mucho tiempo?
—No sé.
Aquellas sin duda eran las preguntas que haría un policía ante un delito, pero ni era un delito ni él un policía. El protagonista del incidente ni siquiera era un adulto. Eso le incomodó aún más. La singularidad del hecho lo tenía más y más atrapado. Quería irse pero no podía. Aquella niña y el abismo de sus ojos llorosos lo retenían.
Una excusa, un "lo siento", bastaría. De vuelta a su hogar. O una recomendación: "Vete a casa, niña". Tan sencillo.
¿Por qué el dolor infantil es tan poderoso?
La situación era real. La relación de una niña con su muñeca es de las más fuertes del universo. Una fuerza descomunal povida por una energía tremenda.
Y entonces, de pronto, Franz Kafka se quedó frío.
La solución era tan sencilla...
Al menos para su mente de escritor.
—Espera, espera, ¡qué tonto soy! ¿Cómo se llama tu muñeca?
—Brígida.
—¿Brígida? ¡Por supuesto! —soltó una risa de lo más convincente—. ¡Es ella, sí! No recordaba el nombre, ¡perdona! ¡Qué despistado soy a veces! ¡Con tanto trabajo!
La niña abrió sus ojos.
—Tu muñeca no se ha perdido —dijo Franz Kafka alegremente—. ¡Se ha ido de viaje!
http://www.sierraifabra.com/ant/secciones/Lee_gratis/
domingo, 13 de diciembre de 2009
Eugenio Montejo
Cuando yo sea
Cuando yo sea grillo
cantando a la luna,
si oyes mi organillo,
dame una aceituna.
Cuando hormiga sea
cargando un gran peso,
que al menos te vea
a la luz de un beso.
Cuando sea ciempiés
con mis cien botines,
deja que una vez
cruce tus jardines.
Cuando no sea nada
sino sombra y humo,
guárdame en tu almohada
que yo la perfumo.
Chamario
Cuando yo sea grillo
cantando a la luna,
si oyes mi organillo,
dame una aceituna.
Cuando hormiga sea
cargando un gran peso,
que al menos te vea
a la luz de un beso.
Cuando sea ciempiés
con mis cien botines,
deja que una vez
cruce tus jardines.
Cuando no sea nada
sino sombra y humo,
guárdame en tu almohada
que yo la perfumo.
Chamario
sábado, 5 de diciembre de 2009
jueves, 3 de diciembre de 2009
jueves, 19 de noviembre de 2009

Título: Frederick
Autor: Lionni, Leo
Editorial: Lumen
Año de publicación: 1982
Ciudad de publicación: Barcelona
ISBN: 84-264-3529-7
Argumento:Lionni, en este álbum ya clásico, se inspira en la cruel fábula de la cigarra y la hormiga, transformándola y enriqueciéndola de contenidos modernos, como la aceptación de lo diferente y de la propia identidad. Una familia ratona almacena alimentos para el invierno. Frederick, un ratón contemplativo y aparentemente vago, parece que no colabora. Pero cuando llega el invierno, largo y aburrido, y se acaban las provisiones, Frederick da a los demás lo que ha atesorado para esos momentos: rayos de sol, colores y palabras. El pequeño Frederick es un poeta. El autor introduce las técnicas del collage y la monotipia, tan del agrado de los niños, y resuelve gráficamente el cuento con maestría y sobriedad a través de sencillos recursos, como diferenciar a Frederick (el único que tiene nombre) de los demás ratones mediante miradas, gestos y su posición en la página.
La Gaceta de Evaristo
viernes, 27 de marzo de 2009
Gerald Durrel
jueves, 19 de marzo de 2009
martes, 10 de febrero de 2009
Patricia con P
Patricia pinta un palomo
pillo, panzudo y pequeño:
le pone púrpura el pico,
le pone de plata el pecho.
El palomo de Patricia
se ha posado en el perchero
y ella le peina las plumas
con la punta del pañuelo.
Pronto el palomo pasea,
presumido y postinero,
mientras Patricia
se prende una petunia en el pelo.
CARLOS MURCIANO
pillo, panzudo y pequeño:
le pone púrpura el pico,
le pone de plata el pecho.
El palomo de Patricia
se ha posado en el perchero
y ella le peina las plumas
con la punta del pañuelo.
Pronto el palomo pasea,
presumido y postinero,
mientras Patricia
se prende una petunia en el pelo.
CARLOS MURCIANO
sábado, 7 de febrero de 2009
Osip Mandelstam
LEER SÓLO LIBROS INFANTILES...
Leer sólo libros infantiles,
Acariciar sólo pensamientos incautos,
Disipar todo lo que huela a solemne,
Sublevarse contra la honda tristeza.
Yo estoy mortalmente cansado de la vida,
No admito nada de ella,
Pero aún así amo esta pobre tierra
Porque no conozco otra.
De niño, en un jardín remoto, solía mecerme
Sobre un columpio de madera sencilla,
Y recuerdo los altos y oscuros abetos
En medio del delirio brumoso.
1908
Leer sólo libros infantiles,
Acariciar sólo pensamientos incautos,
Disipar todo lo que huela a solemne,
Sublevarse contra la honda tristeza.
Yo estoy mortalmente cansado de la vida,
No admito nada de ella,
Pero aún así amo esta pobre tierra
Porque no conozco otra.
De niño, en un jardín remoto, solía mecerme
Sobre un columpio de madera sencilla,
Y recuerdo los altos y oscuros abetos
En medio del delirio brumoso.
1908
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