martes, 22 de diciembre de 2009


Los elefantes nunca olvidan
Anushka Ravinshankar
Ilustraciones de Christiane Pieper
Traducción Aloe Azid
Colección Trampantojo
Barcelona: Thule Ediciones, 2007



Una pieza de coleccionista.





Como todo lo que nace
Élizabeth Brami
Ilustraciones de Tom Schamp
Traducción de Esther Rubio y Miguel Ángel Mendo
Madrid: Kókinos




Sobre la muerte y la vida.






Historias de ratones
Arnold Lobel
Traducción de Xosé Manuel González
Colección Libros para soñar
Pontevedra: Kalandraka





Los manuscritos de la tetera
Ilustraciones de Robert Ingpen
Texto de Michael Lawrence
Traducción de Remedios Diéguez Diéguez
Barcelona: Blume, 2001
Distribuye en EE.UU.: Independent Publishers Group




Robert Ingpen (ganador en 1986 de la medalla Hans Christian Andersen que concede IBBY y recordado por su brillante trabajo para la Enciclopedia de las cosas que nunca existieron)para ver.




Si ves un monte de espumas y otros poemas
Antología de poesía infantil hispanoamericana
Selección de Ana Garralón
Ilustraciones de Teresa Novoa
Colección Sopa de Letras
Madrid: Anaya




Viejos y hermosos poemas.



Pies para la princesa
Ivar Da Coll
Colección Sopa de libros
Madrid: Anaya, 2002


Para conservar el humor en una función de títeres .

Libro de lágrimas
Texto e ilustraciones de Pere Ginard
Colección Los álbumes de Sopa de libros
Madrid: Anaya,
2002




Para los que lloramos.




Hasta (casi) cien bichos
Daniel Nesquens
Ilustraciones de Elisa Arguilé
Madrid: Anaya, 2001


Ballena : "De este cetáceo se aprovecha todo: su grasa, sus carne, sus tripas, sus huesos, su sangre, sus finas barbas, la misma b de ballena para escribir otras palabras que comiencen por esta letra (baldosa, barriga, baturro, butano y muchas más".



Diecisiete cuentos y dos pingüinos
Daniel Nesquens
Ilustraciones de Emilio Urberuaga
Colección Sopa de Letras
Madrid: Anaya



Disfrútalo.






Trenes
María Teresa Andruetto
Ilustraciones de Istvansch
Colección Infantil
Buenos Aires: Alfaguara, 2008


Collages y soledades.





Cositos
Laura Devetach
Ilustraciones de Cristian Turdera
Buenos Aires: Alfaguara, 2008




De cómo se pueden ver cosas invisibles.





Mis cuentos de caballos
Ivette Vian Altarriba
Ilustraciones de Estela
La Habana: Gente Nueva, 2009




Caballo. No tiene alas. No tiene un cuerno en la frente. Ni la mitad delantera de su cuerpo tiene forma de hombre. No emerge de las aguas junto al dios Neptuno. Los caballos no son clarividentes ni adivinos. La velocidad de sus patas no alcanza la del viento ni la de la luz. Sus herraduras no traen buena suerte. Todo eso es incierto, son habladurías, leyendas. Pero el que posea un caballo de verdad. ¡que lo cuide como un tesoro divino!




Nina Complot
Karen Chacek
Ilustraciones de Abraham Balcázar
México DF: Almadía, 2009




Un album divertido ,bueno para todos.




El círculo del destino
Texto de Raja Mohanty y Sirish Rao
Ilustraciones de Radhashyam Raut
Traducción de Clarisa de la Rosa
Colección Libros de todo el mundo
Caracas: Ekaré, 2008


Parábola de la vida y la muerte para todos los públicos.

El secreto del oso hormiguero




El secreto del oso hormiguero
Beatriz Osés
Ilustraciones de Miguel Ángel Díez
Vigo: Faktoría K de Libros, 2009




La niña se duerme,
la niña se calla...
y sueña que un tigre
le canta una nana.
...
Nana, niña, nana.

Kafka y la muñeca viajera


CAPITULO 2 DE "KAFKA Y LA MUÑECA VIAJERA", EDITADO POR SIRUELA EN LA COLECCIÓN "LAS TRES EDADES", EN FEBRERO DE 2006.

Franz Kafka se detuvo delante de la niña.
—Hola.
La niña dejó de gritar, pero no de llorar. Levantó la cabeza y se encontró con él. En su desesperada crispación ni siquiera le había visto acercarse. Los ojos eran dos lagos desbordados, y los ríos que fluían de ellos formaban torrentes libres que resbalaban por las mejillas hasta el vacío abierto bajo la barbilla.
Hizo dos, tres sonoros pucheros antes de responder:
—Hola.
—¿Qué te sucede?
No lo miró con miedo. Pura inocencia. Cuando la vida florece todo son ventanas y puertas abiertas. En sus ojos más bien había dolor, pena, tristeza, una soterrada emoción que la llevaba a tener la sensibilidad a flor de piel.
—¿Te has perdido? —preguntó Franz Kafka ante su silencio.
—Yo no.
Le sonó extraño. “Yo no". En lugar decir "No" decía "Yo no".
—¿Dónde vives?
La niña señaló de forma imprecisa hacia su izquierda, en dirección a las casas recortadas por entre las copas de los árboles. Eso alivió al atribulado rescatador de niñas llorosas, porque dejaba claro que no estaba perdida.
—¿Te ha hecho daño alguien? —sabía que no había nadie cerca, pero era una pregunta obligada, y más en aquellos segundos decisivos en los que se estaba ganando su confianza.
Ella negó con la cabeza.
"Yo no".
Estaba claro que quien se había perdido era su hermano pequeño.
¿Cómo permitía una madre responsable, por vigilante o atenta que estuviese, dejar que sus hijos jugaran solos en el parque, aunque fuese uno tan apacible y hermoso como el Steglitz?
¿Y si él fuese un monstruo, un asesino de niñas?
—Así pues, no te has perdido —quiso dejarlo claro.
—Yo no, ya se lo he dicho —suspiró la pequeña.
—¿Quién entonces?
—Mi muñeca.
Las lágrimas, detenidas momentáneamente, reaparecieron en los ojos de su dueña. Recordar a su muñeca volvió a sumirla en la más profunda de las amarguras. Franz Kafka intentó evitar que diera aquel paso atrás.
—¿Tu muñeca? —repitió estúpidamente.
—Sí.
Muñeca o no, hermano o no, eran las lágrimas más sinceras y dolorosas que jamás hubiese visto. Lágrimas de una angustia suprema y una tristeza insondable.
¿Qué podía hacer ahora?
No tenía ni idea.
¿Irse? Estaba atrapado por el invisible círculo de la traumatizada protagonista de la escena. Pero quedarse... ¿Para qué?
No sabía cómo hablarle a una niña.
Y más a una niña que lloraba porque acababa de perder a su muñeca.
—¿Dónde la has visto por última vez?
—En aquel banco.
—¿Tú qué has hecho?
—Jugaba allí —le señaló una zona en la que había niños jugando.
—¿Y has estado allí mucho tiempo?
—No sé.
Aquellas sin duda eran las preguntas que haría un policía ante un delito, pero ni era un delito ni él un policía. El protagonista del incidente ni siquiera era un adulto. Eso le incomodó aún más. La singularidad del hecho lo tenía más y más atrapado. Quería irse pero no podía. Aquella niña y el abismo de sus ojos llorosos lo retenían.
Una excusa, un "lo siento", bastaría. De vuelta a su hogar. O una recomendación: "Vete a casa, niña". Tan sencillo.
¿Por qué el dolor infantil es tan poderoso?
La situación era real. La relación de una niña con su muñeca es de las más fuertes del universo. Una fuerza descomunal povida por una energía tremenda.
Y entonces, de pronto, Franz Kafka se quedó frío.
La solución era tan sencilla...
Al menos para su mente de escritor.
—Espera, espera, ¡qué tonto soy! ¿Cómo se llama tu muñeca?
—Brígida.
—¿Brígida? ¡Por supuesto! —soltó una risa de lo más convincente—. ¡Es ella, sí! No recordaba el nombre, ¡perdona! ¡Qué despistado soy a veces! ¡Con tanto trabajo!
La niña abrió sus ojos.
—Tu muñeca no se ha perdido —dijo Franz Kafka alegremente—. ¡Se ha ido de viaje!
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domingo, 13 de diciembre de 2009

Eugenio Montejo

Cuando yo sea

Cuando yo sea grillo
cantando a la luna,
si oyes mi organillo,
dame una aceituna.
Cuando hormiga sea
cargando un gran peso,
que al menos te vea
a la luz de un beso.
Cuando sea ciempiés
con mis cien botines,
deja que una vez
cruce tus jardines.
Cuando no sea nada
sino sombra y humo,
guárdame en tu almohada
que yo la perfumo.


Chamario

sábado, 5 de diciembre de 2009

jueves, 3 de diciembre de 2009

Selma


Una belleza.